Puede que sí, al dejar de pensar en el abismal y efímero transcurso de la Tierra, hemos olvidado las raíces de la purificación. Es necesario poseer un jardín.
De aquellos en donde las rosas salen de las manos, en donde las espinas cubren el rocío matinal. En aquél lugar donde la vida sigue oxigenando las arterias de tu vida, invocando la simplicidad de la inmensidad terrenal.
Me gustaría que plantáramos tréboles de siete hojas, un par de silogismos y un infinito resollar.
Tal vez nos quedemos insertados en el jardín de lusas blasfemias, un contagioso vuelo transversal hacia la anónima galerna.
Dame calma y dame vértigo. Quiero ser uno en tu solsticio de primavera, besarte hasta la profundidad de tu alma y dejar escrito en tu piel, un ceñido atronador.

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ResponderEliminarFlorece en mi, tu, mi rosal.
ResponderEliminarMi oxigeno, mi fuente de vida.
Tu, tu, tu y la belleza de la Tierra (osea TÚ).
Bajo un cerezo te conocí; sin espinas, tierno y cálido. Mantente así, hasta siempre, mi Sol.